Junto a la magnífica Iglesia de San José se encontraba la casa del párroco, más conocida como la "casa del cura", un mísero caserón que contrastaba con la espléndida estampa barroca de la Iglesia.
Su momento de gloria ocurrió en su defunción: Alfonso XIII "hinca el pico" en su fachada como gesto del comienzo de los derribos que se llevarían a cabo para dejar expedita la calle de San Miguel y comenzar las obras del primer tramo de la Gran Vía, la avenida del conde de Peñalver.
Su momento de gloria ocurrió en su defunción: Alfonso XIII "hinca el pico" en su fachada como gesto del comienzo de los derribos que se llevarían a cabo para dejar expedita la calle de San Miguel y comenzar las obras del primer tramo de la Gran Vía, la avenida del conde de Peñalver.
Una vez derruido el caserón, se construyó el nuevo edificio entre 1910 y 1912 como parte de las obras del primer tramo de la Gran Vía, concretamente para resolver la alineación con la vecina parroquia de San José (antigua iglesia del convento de San Hermenegildo). El edificio fue proyectado por el arquitecto Joaquín María Fernández y Menéndez Valdés, aunque fue Juan Moya e Idígoras quien construyó la fachada, reformando a la par la de la parroquia para dar una unidad estilística al conjunto. Entre las viviendas de este edificio -considerado como prototipo del neobarroco madrileño- se encontraba la del párroco de la vecina San José, y de quien el edificio ha adoptado su nombre.
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