martes, 10 de marzo de 2015

LA GRAN VIA, LA CALLE DE MI VIDA


La Gran Vía es una de las principales calles de Madrid. Comienza en la calle de Alcalá y termina en la Plaza de España. Es un importante hito en la ciudad desde el punto de vista comercial, turístico y de ocio. En éste último aspecto es famosa por sus cines, si bien en los últimos años algunos de ellos han cerrado y otros se han reconvertido con gran éxito al teatro musical, por lo que el tramo comprendido entre la Plaza de Callao y la de España se conocía como el broadway madrileño.

El tramo comprendido entre la Red de San Luis y la Plaza de Callao alberga en la actualidad numerosas tiendas de cadenas internacionales de moda. Ya desde mediados del siglo XIX se venía pensando en la apertura de una vía que comunicara el noroeste y el centro de la ciudad y facilitara el tránsito por el entramado de callejuelas que conformaban el centro histórico de la ciudad, abriéndolas así hacia el ensanche proyectado por Carlos María de Castro.

En 1862, tras la reforma de la Puerta del Sol realizada cinco años antes y la posterior prolongación de la calle Preciados hasta la zona de la actual plaza de Callao, la Junta Consultiva de Policía y Ornato del Ayuntamiento elaboró un primer proyecto consistente en la prolongación de la citada calle hasta la plaza de San Marcial, donde actualmente se encuentra la Plaza de España, para lo que, entre 1862 y 1868 se crea la plaza de Callao. El plan, para el que se expropiaron más de 30 solares y que contemplaba la creación de una vía de 13 metros de ancho, no llegó a realizarse.

El 3 de marzo de 1886 se aprobó el Proyecto de prolongación de la calle Preciados, describiendo una gran avenida transversal este-oeste entre la calle de Alcalá y la plaza de San Marcial, obra del arquitecto Carlos Velasco, que ofrecía tres alternativas para unir la calle de Alcalá, desde la iglesia de San José, con la actual plaza de España.

El proyecto presentaba una avenida de 25 ó 30 metros de ancho con glorietas en los cruces con las calles más importantes. Este proyecto fue el origen de la zarzuela La Gran Vía, con música de Federico Chueca y libreto de Felipe Pérez y González. La obra, estrenada el 2 de julio de ese mismo año y que cosechó un gran éxito, recoge el sentir popular sobre la transformación que suponía la construcción de la nueva vía. El proyecto tampoco se llevó a cabo por la oposición de los vecinos, la falta de presupuesto y la muerte de Velasco en 1888. Como dato curioso, aunque ya presente en otras calles similares de ciudades europeas, se puede señalar que Velasco propuso pavimentar la calzada con madera.

lunes, 9 de marzo de 2015

ZARZUELA LA GRAN VIA



La Gran Vía es una obra compuesta de cinco sainetes cortos, y trata de los comentarios surgidos en Madrid por la eminente aparición de una nueva avenida: La Gran Vía. Durante ese año se iniciaron una serie de derribos para construir esta Gran Vía que saneara y transformara el centro. La reforma afectaba a gran cantidad de calles.

Cuadro primero: Al levantarse el telón aparece la escena sola. A poco se presenta en la puerta del foro la calle Mayor, que baja hasta el proscenio. Detrás salen por parejas las calles de la Sartén y de la Libertad, de la Primavera y de la Paloma, del Reloj y de la Luna, de la Priora y de la Caza, del Espejo y del Pez, de la Rosa y del Soldado, de la Montera y del Turco, del Tesoro y del Oso, del Ave María y de Válgame Dios y los callejones del Perro y del Gato. Hacen una pequeña evolución, quedando al terminar formando un semicírculo frente al público; las primeras de cada pareja a la derecha de la calle Mayor, empezando por la de la Sartén y terminando en la del Ave María, y a la izquierda las demás comenzando por la de la Libertad y concluyendo por la de Válgame Dios. Los callejones del Perro y del Gato quedarán en los extremos junto a la embocadura del escenario. Las calles y plazas de Madrid, soliviantadas por el anuncio de la creación de una Gran Vía en el corazón del viejo casco urbano, se reúnen alarmadas. Las calles se preguntan quién podrá ir a una calle que lleve ese nombre y amenazan con sublevarse para dar un susto a la Municipalidad que con tan poco respeto las trata.

En el diálogo siguiente, un Paseante que recorre Madrid dialoga con algunas de las calles que llevan parte principal en la discusión, como la calle de Toledo, intervienen la calle del Candil, la calle de la Sartén y varias calles y plazas que responden o hablan de acuerdo con sus características: la plazuela de los Afligidos solloza, las calles del Ave María y de Válgame Dios, intercalan exclamaciones con sus nombres, la calle de la Libertad hace propuestas políticas liberales. Entre todas sobresale por unos momentos la calle de Sevilla, la cual, lógicamente, se expresa con vivacidad y un marcado acento andaluz.

Seguidamente entra el Caballero de Gracia jactándose de las conquistas amorosas que la leyenda popular le atribuía. Los demás personajes critican en voz baja al presumido personaje. Luego continúa el diálogo sobre la reforma urbanística de Madrid, insistiendo en los chistes a cuenta de los nombres de las calles que intervienen. La entrada de la Plaza de la Leña hace callar a todos. A continuación entra el Comadrón, de cuyas palabras se deduce que el nacimiento de la Gran Vía va para largo. Finalmente las calles vuelven a su ubicación ciudadana excepto la del Caballero de Gracia, que se va a dar una vuelta con el Paseante.

Cuadro segundo: En las afueras de Madrid dialogan el Paseante y el Caballero de Gracia, su diálogo versa en torno a la política cuyos defectos, concluyen, son generales en todo el mundo. Terminada la discusión, entra la Menegilda, una criada (desde entonces en Madrid e incluso en otras ciudades de España se empezó a llamar "menegildas" a las criadas, abandonando el nombre más clásico de "maritornes", de origen cervantino), nos explica cómo se las ingenió para salir adelante con su escuálido sueldo de sirvienta: sisando. Y aunque acabó el ama echándola de la casa, su carrera ha continuado y no se puede quejar de su actual colocación: "… sirvo a un abuelo, que el pobre está lelo y yo soy el ama … y punto final".

Cuando termina su explicación la Menegilda empieza a buscar a su novio, y traba conversación con el Caballero de Gracia. Después de coquetear un poco llega el novio, un soldado, y se van los dos. En este punto se intercaló posteriormente, y en vista del éxito del tango de la Menegilda, una escena que hiciera contrapunto y en la que una ama de casa, Doña Virtudes, se queja del servicio aduciendo la frescura de las criadas y su carácter respondón.

Siguiendo también un diálogo de Doña Virtudes con el Caballero de Gracia. Entran a continuación el barrio de la Prosperidad, vestido de pobre, y pidiendo un tranvía como limosna, y el barrio del Pacífico, dispuesto a armar camorra por un quítame allá esas pajas. Luego, viendo venir a unos rateros (los Ratas), el Paseante y el Caballero se alejan. Los Ratas entran jactándose de la comodidad y productividad de su oficio, también entran dos guardias, colocan una especie de ratonera enorme y capturan a los ladrones, quienes entran por la puerta de la jaula. Al cerrarse ésta, automáticamente se abre la del lado opuesto, por la que salen los Ratas como si tal cosa. Los guardias después de su intervención se van, tirando de la ratonera vacía, y los Ratas se van por el otro lado, muertos de risa.

Cuadro tercero: Ahora estamos en la Puerta del Sol. Sale doña Sinceridad, que intenta ir al Congreso pero no lo logra porque tiene que cuidar de sus yernos, dos niños díscolos que piden turrón y se portan mal. Luego aparecen el Caballero de Gracia y el Paseante, observando este cuadro familiar. Seguidamente entran un señor y tres señoras. Ellas se vanaglorian de los lugares de veraneo a donde piensan dirigirse, y él se burla. Luego se burlan ellas de él.

Cuando se han ido, se oye un lamento: es la Fuente que se queja de que la quieren quitar de su emplazamiento, porque estorba a los Ripperts y tranvías. La Fuente recuerda sus muchos servicios a la causa de la convivencia ciudadana, ante la sorpresa de un paleto maravillado de que las fuentes de Madrid hablen. Mientras tanto la fuente se hunde lentamente y desaparece. El paleto finge haber sido estafado por un caballero que le pidió cambio pero en realidad aprovecha el relato para robar el reloj del Caballero de Gracia, que sale corriendo tras el avispado raterillo. Aparecen unos Marineritos, Se vuelve a oír luego la Jota de los Ratas, pero ahora, en su lugar, pasan, ante la mirada asombrada de los guardias, tres caballeros de elegante etiqueta que pasean frente a ellos. Los guardias saludan respetuosamente. La alusión a la similitud de moral entre Ratas y caballeros importantes queda claramente establecida

Cuadro cuarto: En una Travesía, aparecen un Sietemesino y una niña Gomosa, que cantan brevemente su pertenencia a lo más "chic" de Madrid y su próxima visita al Skating Ring, la pista de patinaje que era entonces la última novedad deportiva. Entre tanto, aparecen La Lidia y El Tío Jindama, dos personajes que representan a dos periódicos taurinos muy conocidos en la época. Retornan el Caballero de Gracia y el Paseante, criticando en su diálogo el teatro del momento. Pero ven llegar al Elíseo madrileño, "baile de chachas". En la introducción sitúa el local en el Madrid de entonces y luego se describe a sí mismo como "baile de criadas y horteras". Entra corriendo el Comadrón, está próximo al nacimiento de la Gran Vía, el nuevo parto de la Municipalidad. Y tras enumerar la lista de condiciones que hacen falta para que el país funcione, acaba situando la fecha del próximo nacimiento de la Gran Vía… el 30 de febrero. Sin embargo, como anticipo de lo que será, muestra a los concurrentes una visión de futuro.

Cuadro quinto: Aparecen todas las calles y plaza de Madrid, fuentes y personajes, y en medio de la algarabía general por el nacimiento futuro de la Gran Vía madrileña acaba la obra.

Índice de escenas

Zarzuela denominada “revista madrileña cómico-lírica, fantástico-callejera en un acto y cinco cuadros, distribuidos en los siguientes números musicales:

1. Introducción y polka de las calles “Somos las calles, somos las plazas”. 2. Vals del Caballero de Gracia “Caballero de Gracia me llaman”. 3. Intermedio orquestal. 4. Tango de la Menegilda “Pobre chica la que tiene que servir” y tango de Doña Virtudes “Pobres amas las que tienen que sufrir”. 5. Orquesta. 6. Jota de los ratas “Soy el rata primero”. 7. Coro de niños “Yo de la yernocracia” y orquesta. 8. Mazurca de los marineritos “Somos los marineritos”. 9. Gomosa y Sietemesinos “Somos la crem”. 10. Schottis del Elíseo Madrileño “Yo soy el Elisedo”. 11. Final: Coro general “La ra la ra la”. 12. Vals de la seguridad “Soy salvaguarda de la sociedad”. 13. Pasacalle de los sargentos “Ustedes, por lo visto, han comprendido ya”.

INTRODUCCION Y POLKA DE LAS CALLES


CABALLERO DE GRACIA

CHOTIS DEL ELISEO Y FINAL

domingo, 8 de marzo de 2015

ANTECEDENTES


Carlos III fue el precursor del urbanismo madrileño. José Bonaparte, que reinó desde 1808 a 1813, también dejó su legado en esta ciudad sembrando ideas afrancesadas que son evidentes en la fisonomía de Madrid. A él se deben el derribo de conventos religiosos, edificios y manzanas enteras que derivaron en plazas como la de Santa Ana, la del Rey, la de los Mostenses, las de San Miguel, la de la Cebada y la de Celenque. También proyectó una gran calle que uniese la Puerta del Sol con el Palacio Real, construyendo así la Plaza de Oriente.

Criticar su afán de remodelación a costa de la pérdida del patrimonio histórico no tiene lugar. Posteriores proyectos de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX hicieron desaparecer de la geografía madrileña otras tantas joyas arquitectónicas. La moda de las reformas urbanísticas imperante en toda Europa no tenía ningún respeto hacia el legado del pasado, ni distinción alguna entre una simple casa y un palacio.

Quizás una de las reformas más importantes de Madrid en el siglo XIX sea la de la Plaza de Puerta del Sol. Esta plaza tuvo su origen a principios del siglo XVI y constituía un espacio alargado rodeado de un gran desorden de caseríos. Se emplaza en un cruce de caminos, el de Alcalá, Mayor, Arenal y Carrera de San Jerónimo, siendo sus edificaciones más destacadas el antiguo Hospital del Buen Suceso, la Real Casa de Correos y la de Cordero.

En 1852 se aprobará la reforma de la plaza para crear en Madrid un espacio urbano representativo del rango que había adquirido la ciudad como capital del Estado. Sin embargo, las obras se fueron retrasando por la complejidad que suponía expropiar las casas que debían ser demolidas para la creación de la nueva plaza.

Finalmente, en 1854 el gobierno tuvo que declarar las obras de utilidad pública para efectuar los derribos, y dos años después el ingeniero Lucio del Valle comenzaba las obras de la plaza hasta su conclusión en 1862.

El ensanche de Madrid.

Hacia 1850, y para evitar el hacinamiento de la población, se consideró necesario que la ciudad de Madrid creciera por el exterior; esto es, que se ensanchara. El ensanche de Madrid fue realizado según un proyecto del ingeniero Carlos María de Castro, aprobado en 1860. Este proyecto contemplaba que la superficie de la ciudad se multiplicara por tres, pasando de 800 hectáreas a 2.294.

Una de las características del proyecto de Castro era que la retícula del ensanche debía estar formada por manzanas regulares. Los intereses urbanísticos motivaron que se construyeran muy pocas manzanas de este tipo.

Los barrios del ensanche se comenzaron a construir lentamente en la década de 1860 y se fue acelerando a finales del siglo XIX con la edificación de buena parte de los barrios de Chamberí, Salamanca, Argüelles y las Delicias, al igual que las barriadas del extrarradio.

El desarrollo de las infraestructuras urbanas y de los medios de transporte, fue de vital importancia para estos proyectos. Estos factores contribuyeron a convertir Madrid en una ciudad moderna, en la que se siguieron haciendo actuaciones urbanas importantes con el propósito de convertir nuestra ciudad en una metrópoli. De estas actuaciones destacan el proyecto de ensanche de la calle de Preciados (o apertura de la Gran Vía) y la construcción de la Ciudad Universitaria.

Será pues el año 1862 la fecha en que la Gran Vía de Madrid comience a tomar forma. El senador D. Rafael Picavea perdió sus derechos de concesión al no llegar a depositar en tiempo y forma la fianza exigida. Aquello que pareciá el final de un largo proceso volvía a ser un concurso desierto, con esperanzas e ilusiones perdidas, y motivo de crítica social y chascarrillos periodisticos.

Muchas gestiones se hicieron para adjudicar las obras, hasta que en agosto de 1909 el conde de Peñalver, gran promotor del proyecto, decidió que si no se conseguía un resultado favorable en el concurso las obras se realizarían por la Administración.

13 de noviembre de 1909.

Estando ya D. José Francos Rodríguez en su cargo de Alcalde se verificó el concurso, siendo el adjudicatario D. Martin Albert Silver, quien presentó la fianza de 500.000 pesetas el día anterior del vencimiento. El pliego de condiciones había sido presentado en el Registro Municipal por el propio conde de Peñalver.

Posteriormente Albert Silver depositaría la fianza definitiva que ascendía a 1.449.613,83 pesetas. Esto daría paso a la firma de la escritura.

Un sábado distinto a los demás, a las cinco y media de la tarde del 19 de febrero de 1910, con absoluta solemnidad, se firmaba la escritura definitiva para la adjudicación de la Gran Vía. Al acto asistieron como testigos dos grandes ex alcaldes, el conde de Peñalver y D. Alberto Aguilera, y en representación de la Diputación Provincial estuvieron el presidente, Sr. Pérez Calvo, y los diputados Sres. Castelain, Argente, Martínes Vargas y Ramíres Torné.

También estuvieron los concejales Sres. García Molinas, Buendía, Gurich, Rosón, Corona, Aragón, González Alberdi, Trasserra y otros. El notario D. Primo Álvarez-Cuenca y Díaz dió lectura a la escritura definitiva, que constaba de 246 folios en papel de peseta.

A continuación se procedió a la firma de la escritura. Los periódicos del día siguiente, donde se reproducen las palabras de agradecimiento de las personalidades más involucradas en este proyecto. Así "La Correspondencia de España" del domingo 20 de febrero de 1910 cuenta en su apartado 'Informaciones de Madrid':

"Al concluir la lectura, y en el momento de firmarla el alcalde, Sr. Francos Rodríguez, con voz ligeramente velada por la emoción, se felicita de que la suerte le haya deparado ser la persona que a nombre del pueblo de Madrid firme esta escritura, base de un futuro engrandecimiento para nuestra capital." Desde aquel 19 de febrero de 1910 pasarían unos meses hasta que el 4 de abril comenzaran las obras de demolición.