Corría el año 1904 cuando La Unión y el Fénix Español -compañía que era la suma de El Fénix Español, creada cuarenta años antes en la calle Jacometrezo, y La Unión, fundada en la carrera de San Jerónimo en 1856 y absorbida por la anterior en 1869- quiso adelantarse a los planes municipales que existían en torno a la apertura de la Gran Vía. La compañía era propietaria de cinco fincas que cubrían desde el número 37 al 45 de la calle Alcalá. Precisamente el último edificio, que hacía esquina con Caballero de Gracia, era conocido en Madrid como la "casa del ataúd" por la forma que tenía. Eso no significaba que la compañía aseguradora poseyera mucho terreno, pues las cinco edificaciones tan solo ocupaban 820 metros cuadrados; eso sí, a la vista de la planificación urbanística, situados en un punto estratégico.
Quizás debido a que el fundador de El Fénix Español, Isaac Pereire, había nacido en Burdeos -era nieto del español Jacobo Rodríguez Pereira que, al parecer, afrancesó su apellido al trasladarse al país vecino-, el concurso internacional que se convocó el 15 de mayo de 1905 se dirigió a arquitectos españoles y franceses. Ganaron las 8.000 pesetas del primer premio, los franceses Jules y Raymond Février, pero como la dirección de obras debía realizarla un español, se encargó esta labor a Luis Esteve.
Así, el 4 de junio de 1907, tres años antes de que el rey Alfonso XIII iniciara la construcción de la Gran Vía con un golpe de piqueta en la llamada Casa del Cura, situada en la acera contraria de la calle Alcalá, comenzó la construcción de este edificio cuya estructura se hizo de hormigón armado, posteriormente recubierto para mantener la estética.
Las obras del edificio concluyeron el 21 de enero de 1911, momento a partir del cual la compañía abandonó definitivamente la que había sido su sede: un ala del antiguo palacio del marqués de Salamanca, sede entonces del Banco Hipotecario, en la calle Salustiano Olózaga. Cuando terminaron las obras, La Unión y el Fénix Español había gastado, incluido el precio del solar, cuatro millones de pesetas.
El nuevo edificio se convirtió, de entrada, en el más alto de Madrid, con sus 45 metros de altura, si bien este título solo le duró hasta 1928, año en el que se inauguró el palacio de la Prensa, en la plaza de Callao. Pero, sobre todo, el edificio destacó por lo mismo que aún sigue captando el interés de cuantos pasean por la zona: su estratégica situación; su estilo, muy francés; su gran cúpula coronada por una figura alada, y los grupos escultóricos de su fachada.
Y eso que, cuantos se colocan ante la iglesia de San José, en la esquina de Alcalá con Gran Vía, para fotografiar el edificio, no dedican mucho tiempo a la contemplación de los once grupos de figuras que decoran sus cinco plantas y que son la suma de varios estilos y autores. Mariano Benlliure realizó el grupo situado al pie de la cúpula que representa la familia; Charles René Saint Marceaux y L. Lambert ejecutaron las esculturas que simbolizan el Comercio, la Agricultura, la Industria y la Minería, situadas sobre unas columnas, y Pedro Estany esculpió las figuras del ave fénix que decoran las dos fachadas.
Sobre la gran cúpula se colocó otro ave fénix, este de seis metros de altura y 1.500 kilos de peso, hecho en cobre, que, sorprendentemente, no se correspondía con el que figuraba en la imagen corporativa, un ave fénix saliendo de las llamas. La figura que diseñó Saint-Marceaux y fundió en París el herrero Alexandre Brosset, mostraba a un joven descalzo con el brazo derecho en alto sentado sobre una de las alas desplegadas del ave. Tanto gustó que la compañía decidió variar su logo para adaptarlo al nuevo diseño si bien el cambio hizo que algunos alertaran de que la leyenda del ave fénix había sido sustituida de hecho por la del rapto de Ganímedes por parte de Zeus.
La presencia de La Unión y el Fénix Español en el edificio de la calle Alcalá 45 finalizó cuando la compañía, necesitada más espacio, decidió levantar una nueva sede en el paseo de la Castellana 33. Para ello, a principios de los años sesenta del siglo pasado, adquirió un solar sobre el que hasta entonces se levantaba uno de los palacetes que jalonaban esta vía, en concreto el de Montellano, que había sido proyectado por Bautista Lázaro y Joaquín Saldaña. La nueva sede fue proyectada por Luis Gutiérrez Soto, ganador del concurso que se convocó en 1964. Cuando concluyeron las obras ocho años después, la compañía, fiel a su política de colocar una figura del ave fénix en sus azoteas, encargó una al escultor Julián Lozano, autor, entre otras obras, de la cuadriga del Arco del Triunfo de la Ciudad Universitaria.
Cambio de propiedad y denominación
Una vez realizado el traslado a su nueva sede, La Unión y el Fénix Español puso a la venta el edificio de Alcalá esquina a Caballero de Gracia. El inmueble fue comprado por 120 millones de pesetas por otra empresa de seguros, Metrópolis, en ese momento una de las más importantes de España en seguros de vida gracias a que tenía a Telefónica en su lista de clientes.
El cambio de propietario conllevó una primera rehabilitación del edificio pero también planteó un problema cuando La Unión y el Fénix Español pidió llevarse la figura que coronaba el edificio. Dado que la escritura de venta no decía nada de la escultura, Metrópolis, consciente de que la imagen del edificio en la memoria popular estaba asociada a la figura alada, convocó un concurso en 1973 que quedó desierto. El escultor Federico Coullaut Valera -autor de la estatua de Felipe II que estaba en la plaza de la Armería; el monumento a las víctimas del atentado a los reyes Alfonso XII y Victoria Eugenia, en la calle Mayor, o el monumento de Pío Baroja, en la cuesta de Moyano- recibió el encargo de sustituir la estatua del fénix por otra parecida. Coullaut propuso realizar una victoria alada, de seis metros de altura, hecha en bronce y de 3.000 kilos de peso. La sustitución de ambas estatuas se produjo el 10 de octubre de 1977 cuando una fue bajada y durante unas horas permaneció en la acera a pocos metros de su sustituta. A pesar de las críticas que suscitó el cambio, la realidad es que, aun siendo diferentes, se logró mantener la imagen de este esquinazo.
El ave fénix original se llevó al jardín del paseo de la Castellana 33 donde hoy puede verse, aunque el edificio sea actualmente la sede de Mutua Madrileña que lo compró a mediados de 1996, por 11.500 millones de pesetas, a AGF Unión Fénix, sociedad resultante de la fusión entre AGF España y La Unión y el Fénix Español. Otras figuras del ave fénix que pueden verse en la capital son la que La Unión y el Fénix Español puso sobre el edificio de Virgen de los Peligros 2, si bien en este caso prefirió poner el ave original sin muchacho. También pueden verse aves fénix sobre el hotel Gran Meliá Fénix del paseo de la Castellana, 2; los edificios de Gran Vía 32 y 68 y el edificio de la Agencia Tributaria de la avenida del Llano Castellano 17.
Pocas variaciones en medio siglo
Desde su compra pocas variaciones ha tenido el edificio de la calle Alcalá en el que destaca su puerta de entrada; su escalera con puertas curvadas y vidrieras firmadas por "J. y H. Maumejean. Paris, Madrid, Barcelona, San Sebastián" o el mobiliario de la planta noble perteneciente en su mayor parte al año 1972 en que el edificio fue adquirido. De este último sobresalen la alfombra de la Real Fábrica de Tapices de ocho metros de diámetro que cubre el despacho de José Celma, presidente de la compañía, que, al igual que el resto de las estancias que se encuentran en la vertical de la cúpula, es circular ; las estanterías y paneles de madera que forran la sala donde cada dos años se falla el premio Rey Juan Carlos I de Economía que, dotado con 72.000 euros, fue instituido en los años ochenta por la fundación de la que Celma es presidente, o el cuadro "Alforjas para la poesía de 1971" que domina el comedor.
Es precisamente este lienzo, de cuatro metros de alto por dos de largo, una de las piezas más singulares ya que en él están representados nada menos que 16 poetas de 1971, asiduos a las jornadas literarias de "Alforjas para la poesía", movimiento que puso en marcha Conrado Blanco en 1934 para llevar la poesía a teatros, plazas o colegios. Posteriormente, Alforjas se convirtió en una plataforma de lanzamiento de jóvenes poetas a quienes se invitaba a participar en concursos, juegos florales así como en las sesiones que se celebraban los domingos en el teatro Lara.
El autor del cuadro, José Luis Morán, decidió plasmar en el lienzo una de estas sesiones. Así, sobre el escenario, presidido por un retrato de Jacinto Benavente, se ve, de izquierda a derecha, a Federico Muelas, José Antonio Medrano, Félix García, Conrado Blanco, Torcuato Luca de Tena, José María Pemán, José García Nieto, Ginés de Albareda, Gerardo Diego, Manuel Alcántara, Rafael Duyos, Luis Lopez de Anglada, Joan Pérez Creus, Lope Mateo, Eladio Cabañero y Mariano Povedano. De espaldas pueden verse a 14 espectadores, entre ellos el poeta Ramón Solís. Morán no quiso desaprovechar la ocasión y se incluyó, con su esposa, entre el público.
El resto de las plantas, exceptuando la primera y la baja que están alquiladas al banco de Santander, -durante muchos años en lugar de la agencia bancaria estuvo la cafetería Dólar- están ocupadas por las oficinas de la aseguradora que cuenta con 13 sucursales en toda España, si bien las estancias existentes en torno al patio central son a todas luces poco funcionales, hecho que podría subsanarse con una reforma en profundidad que mejorara el aprovechamiento y permitiera sin afectar a los elementos más artísticos.
De momento, sin embargo, los únicos trabajos que se han acometido en los últimos 40 años han sido los de rehabilitación de fachada. Tras la reforma del edificio acometida tras su adquisición, se han hecho, hasta en cuatro ocasiones, trabajos de limpieza de fachada, cubierta, patio central y sótanos -uno de los cuales posee una curiosa escalinata con barandilla de obra que hace pensar que, antes de la construcción del edificio y la apertura de la Gran Vía, pudo estar conectado, mediante un pasadizo, con la iglesia de San José-; se ha encargado a Maumejean Vidrieras Artísticas la restauración de las vidrieras; se han colocado 205 proyectores que han convertido el edificio en uno de los mejor iluminados de Madrid, y se han extendido 30.000 panes de oro de 24 quilates para devolverle el brillo a las antorchas y a las cabezas de carnero que decoran la cúpula.
Y es que la cúpula, junto a la terraza que la rodea, es otro de los valores del edificio. Hueca por dentro permanece hoy vacía y sin uso, a pesar de que podría ser, por ejemplo, una singular sala de conferencias. Sorprende igualmente la terraza que da a ambas fachadas -Alcalá y Gran Vía- y desde la que se tienen algunas de las vistas más impresionantes del centro de Madrid, desde el palacio de Correos o el Banco de España hasta el edificio de la Equitativa, en la calle Sevilla, o el Círculo de Bellas Artes. La amplia terraza, sin embargo, permanece vacía, oculta a los ojos de los madrileños que se han de contentar con la visión de la artística fachada.
A pesar de sus posibilidades, la aseguradora prefiere, de momento, mejorar la iluminación del inmueble mediante la instalación de leds y plantea al Ayuntamiento que le deje poner sobre el cartel de "Metrópolis", con la misma tipografía, color y materiales, otro letrero que diga "Seguros" ya que, según sus responsables, los transeúntes no asocian la denominación de Metrópolis con el de una compañía aseguradora. Una encuesta rápida confirma esta afirmación pues las opiniones van desde que es un homenaje a Madrid por ser la capital de España hasta un guiño cinematográfico en recuerdo de aquella megalópolis que Fritz Lang reflejó en 1927 en la película del mismo nombre.
Quizás debido a que el fundador de El Fénix Español, Isaac Pereire, había nacido en Burdeos -era nieto del español Jacobo Rodríguez Pereira que, al parecer, afrancesó su apellido al trasladarse al país vecino-, el concurso internacional que se convocó el 15 de mayo de 1905 se dirigió a arquitectos españoles y franceses. Ganaron las 8.000 pesetas del primer premio, los franceses Jules y Raymond Février, pero como la dirección de obras debía realizarla un español, se encargó esta labor a Luis Esteve.
Así, el 4 de junio de 1907, tres años antes de que el rey Alfonso XIII iniciara la construcción de la Gran Vía con un golpe de piqueta en la llamada Casa del Cura, situada en la acera contraria de la calle Alcalá, comenzó la construcción de este edificio cuya estructura se hizo de hormigón armado, posteriormente recubierto para mantener la estética.
Las obras del edificio concluyeron el 21 de enero de 1911, momento a partir del cual la compañía abandonó definitivamente la que había sido su sede: un ala del antiguo palacio del marqués de Salamanca, sede entonces del Banco Hipotecario, en la calle Salustiano Olózaga. Cuando terminaron las obras, La Unión y el Fénix Español había gastado, incluido el precio del solar, cuatro millones de pesetas.
El nuevo edificio se convirtió, de entrada, en el más alto de Madrid, con sus 45 metros de altura, si bien este título solo le duró hasta 1928, año en el que se inauguró el palacio de la Prensa, en la plaza de Callao. Pero, sobre todo, el edificio destacó por lo mismo que aún sigue captando el interés de cuantos pasean por la zona: su estratégica situación; su estilo, muy francés; su gran cúpula coronada por una figura alada, y los grupos escultóricos de su fachada.
Y eso que, cuantos se colocan ante la iglesia de San José, en la esquina de Alcalá con Gran Vía, para fotografiar el edificio, no dedican mucho tiempo a la contemplación de los once grupos de figuras que decoran sus cinco plantas y que son la suma de varios estilos y autores. Mariano Benlliure realizó el grupo situado al pie de la cúpula que representa la familia; Charles René Saint Marceaux y L. Lambert ejecutaron las esculturas que simbolizan el Comercio, la Agricultura, la Industria y la Minería, situadas sobre unas columnas, y Pedro Estany esculpió las figuras del ave fénix que decoran las dos fachadas.
Sobre la gran cúpula se colocó otro ave fénix, este de seis metros de altura y 1.500 kilos de peso, hecho en cobre, que, sorprendentemente, no se correspondía con el que figuraba en la imagen corporativa, un ave fénix saliendo de las llamas. La figura que diseñó Saint-Marceaux y fundió en París el herrero Alexandre Brosset, mostraba a un joven descalzo con el brazo derecho en alto sentado sobre una de las alas desplegadas del ave. Tanto gustó que la compañía decidió variar su logo para adaptarlo al nuevo diseño si bien el cambio hizo que algunos alertaran de que la leyenda del ave fénix había sido sustituida de hecho por la del rapto de Ganímedes por parte de Zeus.
La presencia de La Unión y el Fénix Español en el edificio de la calle Alcalá 45 finalizó cuando la compañía, necesitada más espacio, decidió levantar una nueva sede en el paseo de la Castellana 33. Para ello, a principios de los años sesenta del siglo pasado, adquirió un solar sobre el que hasta entonces se levantaba uno de los palacetes que jalonaban esta vía, en concreto el de Montellano, que había sido proyectado por Bautista Lázaro y Joaquín Saldaña. La nueva sede fue proyectada por Luis Gutiérrez Soto, ganador del concurso que se convocó en 1964. Cuando concluyeron las obras ocho años después, la compañía, fiel a su política de colocar una figura del ave fénix en sus azoteas, encargó una al escultor Julián Lozano, autor, entre otras obras, de la cuadriga del Arco del Triunfo de la Ciudad Universitaria.
Cambio de propiedad y denominación
Una vez realizado el traslado a su nueva sede, La Unión y el Fénix Español puso a la venta el edificio de Alcalá esquina a Caballero de Gracia. El inmueble fue comprado por 120 millones de pesetas por otra empresa de seguros, Metrópolis, en ese momento una de las más importantes de España en seguros de vida gracias a que tenía a Telefónica en su lista de clientes.
El cambio de propietario conllevó una primera rehabilitación del edificio pero también planteó un problema cuando La Unión y el Fénix Español pidió llevarse la figura que coronaba el edificio. Dado que la escritura de venta no decía nada de la escultura, Metrópolis, consciente de que la imagen del edificio en la memoria popular estaba asociada a la figura alada, convocó un concurso en 1973 que quedó desierto. El escultor Federico Coullaut Valera -autor de la estatua de Felipe II que estaba en la plaza de la Armería; el monumento a las víctimas del atentado a los reyes Alfonso XII y Victoria Eugenia, en la calle Mayor, o el monumento de Pío Baroja, en la cuesta de Moyano- recibió el encargo de sustituir la estatua del fénix por otra parecida. Coullaut propuso realizar una victoria alada, de seis metros de altura, hecha en bronce y de 3.000 kilos de peso. La sustitución de ambas estatuas se produjo el 10 de octubre de 1977 cuando una fue bajada y durante unas horas permaneció en la acera a pocos metros de su sustituta. A pesar de las críticas que suscitó el cambio, la realidad es que, aun siendo diferentes, se logró mantener la imagen de este esquinazo.
El ave fénix original se llevó al jardín del paseo de la Castellana 33 donde hoy puede verse, aunque el edificio sea actualmente la sede de Mutua Madrileña que lo compró a mediados de 1996, por 11.500 millones de pesetas, a AGF Unión Fénix, sociedad resultante de la fusión entre AGF España y La Unión y el Fénix Español. Otras figuras del ave fénix que pueden verse en la capital son la que La Unión y el Fénix Español puso sobre el edificio de Virgen de los Peligros 2, si bien en este caso prefirió poner el ave original sin muchacho. También pueden verse aves fénix sobre el hotel Gran Meliá Fénix del paseo de la Castellana, 2; los edificios de Gran Vía 32 y 68 y el edificio de la Agencia Tributaria de la avenida del Llano Castellano 17.
Pocas variaciones en medio siglo
Desde su compra pocas variaciones ha tenido el edificio de la calle Alcalá en el que destaca su puerta de entrada; su escalera con puertas curvadas y vidrieras firmadas por "J. y H. Maumejean. Paris, Madrid, Barcelona, San Sebastián" o el mobiliario de la planta noble perteneciente en su mayor parte al año 1972 en que el edificio fue adquirido. De este último sobresalen la alfombra de la Real Fábrica de Tapices de ocho metros de diámetro que cubre el despacho de José Celma, presidente de la compañía, que, al igual que el resto de las estancias que se encuentran en la vertical de la cúpula, es circular ; las estanterías y paneles de madera que forran la sala donde cada dos años se falla el premio Rey Juan Carlos I de Economía que, dotado con 72.000 euros, fue instituido en los años ochenta por la fundación de la que Celma es presidente, o el cuadro "Alforjas para la poesía de 1971" que domina el comedor.
Es precisamente este lienzo, de cuatro metros de alto por dos de largo, una de las piezas más singulares ya que en él están representados nada menos que 16 poetas de 1971, asiduos a las jornadas literarias de "Alforjas para la poesía", movimiento que puso en marcha Conrado Blanco en 1934 para llevar la poesía a teatros, plazas o colegios. Posteriormente, Alforjas se convirtió en una plataforma de lanzamiento de jóvenes poetas a quienes se invitaba a participar en concursos, juegos florales así como en las sesiones que se celebraban los domingos en el teatro Lara.
El autor del cuadro, José Luis Morán, decidió plasmar en el lienzo una de estas sesiones. Así, sobre el escenario, presidido por un retrato de Jacinto Benavente, se ve, de izquierda a derecha, a Federico Muelas, José Antonio Medrano, Félix García, Conrado Blanco, Torcuato Luca de Tena, José María Pemán, José García Nieto, Ginés de Albareda, Gerardo Diego, Manuel Alcántara, Rafael Duyos, Luis Lopez de Anglada, Joan Pérez Creus, Lope Mateo, Eladio Cabañero y Mariano Povedano. De espaldas pueden verse a 14 espectadores, entre ellos el poeta Ramón Solís. Morán no quiso desaprovechar la ocasión y se incluyó, con su esposa, entre el público.
El resto de las plantas, exceptuando la primera y la baja que están alquiladas al banco de Santander, -durante muchos años en lugar de la agencia bancaria estuvo la cafetería Dólar- están ocupadas por las oficinas de la aseguradora que cuenta con 13 sucursales en toda España, si bien las estancias existentes en torno al patio central son a todas luces poco funcionales, hecho que podría subsanarse con una reforma en profundidad que mejorara el aprovechamiento y permitiera sin afectar a los elementos más artísticos.
De momento, sin embargo, los únicos trabajos que se han acometido en los últimos 40 años han sido los de rehabilitación de fachada. Tras la reforma del edificio acometida tras su adquisición, se han hecho, hasta en cuatro ocasiones, trabajos de limpieza de fachada, cubierta, patio central y sótanos -uno de los cuales posee una curiosa escalinata con barandilla de obra que hace pensar que, antes de la construcción del edificio y la apertura de la Gran Vía, pudo estar conectado, mediante un pasadizo, con la iglesia de San José-; se ha encargado a Maumejean Vidrieras Artísticas la restauración de las vidrieras; se han colocado 205 proyectores que han convertido el edificio en uno de los mejor iluminados de Madrid, y se han extendido 30.000 panes de oro de 24 quilates para devolverle el brillo a las antorchas y a las cabezas de carnero que decoran la cúpula.
Y es que la cúpula, junto a la terraza que la rodea, es otro de los valores del edificio. Hueca por dentro permanece hoy vacía y sin uso, a pesar de que podría ser, por ejemplo, una singular sala de conferencias. Sorprende igualmente la terraza que da a ambas fachadas -Alcalá y Gran Vía- y desde la que se tienen algunas de las vistas más impresionantes del centro de Madrid, desde el palacio de Correos o el Banco de España hasta el edificio de la Equitativa, en la calle Sevilla, o el Círculo de Bellas Artes. La amplia terraza, sin embargo, permanece vacía, oculta a los ojos de los madrileños que se han de contentar con la visión de la artística fachada.
A pesar de sus posibilidades, la aseguradora prefiere, de momento, mejorar la iluminación del inmueble mediante la instalación de leds y plantea al Ayuntamiento que le deje poner sobre el cartel de "Metrópolis", con la misma tipografía, color y materiales, otro letrero que diga "Seguros" ya que, según sus responsables, los transeúntes no asocian la denominación de Metrópolis con el de una compañía aseguradora. Una encuesta rápida confirma esta afirmación pues las opiniones van desde que es un homenaje a Madrid por ser la capital de España hasta un guiño cinematográfico en recuerdo de aquella megalópolis que Fritz Lang reflejó en 1927 en la película del mismo nombre.
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