martes, 3 de marzo de 2015

ANTECEDENTES II


Durante casi veinte años, el tema de la Gran Vía fue discusión popular, fuente de polémica en la prensa y en la calle. La operación tenía desde sus inicios dos problemas serios que paralizaban cualquier iniciativa. Por un lado era muy costoso para la Administración, y por otro lado era muy impopular derribar casi tres centenares de casas en el centro de la ciudad. Era necesario encontrar mecanismos legales y sociales que desbloqueasen el proyecto.

La Ley de Reforma Interior de 1895 acelera el proceso legal debido a que introduce nuevos mecanismos de expropiación urbana (modificando la anterior Ley de Expropiación de 1879). Por otra parte, a partir de 1895, el ensanche de Madrid dispara un nuevo fenómeno de emigración de las clases altas que abandonan el centro de la ciudad para trasladarse a los nuevos entornos urbanos lejanos de la puerta del Sol. Se construyen residencias lujosas en la Castellana. Este fenómeno trajo como consecuencia un cambio en la estructura social del centro de Madrid.

De esta forma tras haberse producido los cambios sociales y legales, ya era posible, a comienzos del siglo XX afrontar la descongestión circulatoria y la renovación del tejido urbano próximo del centro. Para algunos autores, la «Reforma de la Prolongación de la calle Preciados» pretende dar respuesta a cuestiones no estrictamente sanitarias. Para J. C. Rueda: «la Gran Vía es, ante todo, la solución ante la que se percibe como apabullante crisis de trabajo en la coyuntura descrita entre 1898 y 1909». A pesar de haber trazado un plan de ejecución claro y contundente, durante los años siguientes surgirán nuevas ideas urbanísticas, nuevas polémicas, nuevos debates.

El proyecto inicial de Velasco fue revisado posteriormente por los arquitectos municipales José López Sallaberry y Francisco Octavio. Se mantiene el origen de la nueva avenida en la Casa del Cura, y el fin de la nueva avenida en la plaza de España. El estudio de ambos arquitectos se realiza ahora con el espíritu de la nueva Ley de Reforma Interior de 1895, y define tres tramos de ejecución. El día 26 de octubre de 1898 se hace público un proyecto acerca de cómo debe ser ejecutado el primer tramo de la avenida: en este diseño se propone una calle de veinte metros de anchura y se sugiere la necesidad de quebrar lo menos posible la dirección de su eje principal a lo largo de cada uno de sus tres tramos.

La obra se ejecutaría en tres fases sucesivas: la primera con una anchura de veinticinco metros (desde la calle de Alcalá a la Red de San Luis). El resto de tramos tendrían más de treinta metros. Se denominó inicialmente al primer tramo como Avenida B (siguiendo aproximadamente el eje de la desaparecida calle San Miguel), la segunda como Bulevar (siguiendo a la calle Jacometrezo) y la tercera como Avenida A (desde la plaza de Callao hasta la Red de San Luis). La anchura de la nueva calle estaba limitada por el tamaño previsto de las expropiaciones. La magnitud y envergadura de la obra de más de un kilómetro de longitud hizo que se estableciera un periodo de dudas e incertidumbres.

En la Real Orden promulgada el 27 de enero del año 1899, se concede a los autores del estudio, en vista del anteproyecto presentado por el alcalde conde de Romanones, la autorización para que formulasen el definitivo, dándoles un plazo de dos años que luego fue prorrogado. Las obras serían de gran magnitud y era necesario meditar las consecuencias. Al enterarse la prensa de esta reforma, pronto tuvo sus detractores, que alegaban la importancia del eje puerta del Sol (era el de mayor tránsito a comienzos del siglo XX), y las consecuencias adversas para este eje la construcción de la nueva calle.

Dentro del espíritu de reformas urbanas sobre Madrid, el único que logra realizar su proyecto urbanístico es Arturo Soria, el autor de la Ciudad Lineal, que en 1892 expone su idea de una ciudad fuera del entorno del casco histórico. Los herederos de Velasco (concretamente de su hijo: Carlos Velasco Peyronnet) reclamaron a los autores del estudio la autoría. Esta reclamación hizo que se se vieran implicados los Tribunales de Justicia así como la Junta de Urbanización y Obras del Ministerio de Gobernación, órgano urbanístico supremo, la cual informó definitivamente el 4 de mayo de 1904. Sentenciando que:

"Siendo esencialmente distinta la idea que inspiró cada uno de estos proyectos, distinta la zona de expropiación, los trazados fundamentales y los detalles todos que los complementan, no hay posibilidad racional de compararlos."

Esta sentencia da vía libre la ejecución de derribos y edificaciones. El proyecto de la Gran Vía es aceptado por el ayuntamiento en 1901 y el 8 de noviembre de 1904 por el Ministerio de la Gobernación y publicado en la Gaceta de Madrid. La Real Orden de 1904 aprobó la construcción de una vía ancha que uniera la calle de Alcalá con la plaza de España. El objetivo del proyecto que comienza es el de: «la construcción de grandes vías que den aire, luz y por consiguiente, higiene, a barriadas enteras». Resulta natural que las facciones con ideas higienistas de urbanismo aplaudieran esta iniciativa.

Las calles antes del derribo

La Real Orden de 12 de enero de 1905 abre la posibilidad de comenzar las expropiaciones y los derribos. Uno de los objetivos motivantes era el de lograr una expansión que una el barrio de Salamanca con el de Argüelles en lo que sería el ensanche de Madrid. La Gran Vía, en su polémica acción de derribos, había cortado por lo sano el viejo caserío de plazas y callejuelas sin que hubiera dejado de ser una intervención limitada. En muchos casos no se realizó un adecuado inventario para decidir su conservación. Es cierto que algunas de las calles entre la puerta del Sol y Iglesia de san Martín mostraban un aspecto poco aseado, y casi en estado de derribo. Y ello justificaba una acción higiénica desde finales del siglo XIX.

Las calles principales que formarían la Gran Vía eran la calle de San Miguel (que ocupaba el primer tramo) y la calle de Jacometrezo (segundo tramo y que en la actualidad sobrevive una pequeña parte). Eran calles no muy anchas, poseían entre ocho y nueve metros. La calle de San Miguel, que desaparecería en el primer tramo, poseía una longitud aproximada de quinientos metros y acababa en la Red de San Luis (era paralela a la calle Caballero de Gracia y la calle de la Reina).

Esta zona poseía una antigüedad desde finales del siglo XVI y comenzaba en la plaza de la Paja (ubicada en el área donde se encuentra el edificio metrópolis). La calle San Miguel y Caballero de Gracia confluían en la casa de la duquesa de Sevillano (ubicada aproximadamente en la zona del Edificio Grassy). Esta calle es mencionada por escritores de la época.

La calle de Jacometrezo sirvió de guía para el segundo tramo. Se había caracterizado hasta entonces por la presencia de las tiendas de libreros, a los que se compensó trasladándose al paseo del Prado, junto al Jardín Botánico, y años después trasladados a la Cuesta de Moyano. El permanente desguace y derribo permitió que se estableciera un permanente mercado callejero, concretamente en la sección del Rastro denominado "Las Américas del Rastro". El resultado final será, en boca de sus autores, una zona "más saneada". Hubo detractores de la nueva avenida a causa de los derribos, muchos de ellos dentro del ambiente literario. Ejemplos son: Pío Baroja, Azorín y Ramón Gómez de la Serna (en su Elucidario de Madrid). Pronto se unirán arquitectos como Fernando Chueca Goitia, quien ha sido uno de sus mayores detractores.

El día 5 de febrero de 1905 se realizó la primera subasta de obras. A esta primera convocatoria no asistió nadie. La segunda convocatoria celebrada en el mes de abril del mismo año tuvo la misma suerte que la anterior convocatoria, quedando desierta por segunda vez. La tercera convocatoria de subasta de obras, el 10 de diciembre de 1908. Se concedió la subasta al senador Rafael Picavea que finalmente perdió sus derechos por no presentar la fianza requerida por las bases. Tres subastas quedaron desiertas a lo largo de tres años. El 26 de agosto de 1909 fueron aprobadas unas nuevas bases de licitación de obras, que esencialmente consistían en la celebración de concursos, en lugar de subastas.

Este mecanismo permitía al Ayuntamiento adjudicar las obras al "mejor" en lugar de al "mejor postor". Siendo alcalde José Francos Rodríguez, el día 13 de noviembre de 1909 se adjudicó finalmente la obra a Martín Albert Silvert por la cantidad de ¡veintiocho millones de pesetas!. El pliego de condiciones fue presentado por el propio conde de Peñalver. Silvert era un banquero de origen francés.

El 4 de abril del mismo año se produce el famoso golpe de piqueta del Rey en la fachada de la Casa del Cura contigua a la Iglesia, quedando zanjado el largo proceso de adjudicación de los derribos. Al primer tramo se le adjudica el nombre de Conde de Peñalver, quien, como antiguo alcalde de la ciudad y gracias a sus gestiones y empeño personal, los primeros pasos de la construcción del magno proyecto fueron dados, a pesar de los problemas existentes.

El 5 de mayo de 1923, cuando se ejecutaban las obras de apertura del segundo tramo de la Gran Vía, Martín Albert (mediante su representante legal Emilio L. L. Hess) cede sus derechos a favor del banquero bilbaíno Horacio Echevarrieta como adjudicatario del resto de las obras. La cesión fue aprobada por el Ayuntamiento de Madrid y por el Gobierno el 5 de mayo de 1923. Horacio Echevarrieta ejecutaría más de la mitad de la Gran Vía que le quedara, no pudiéndose dar por efectivamente rematada la Gran Vía hasta que en 1950 se realizó el enlace con la penetración Noroeste de la calle de la Princesa.

Las operaciones de demolición comenzaron de inmediato, tras la inauguración. Este primer tramo acabaría su ejecución cinco años después de su inauguración: octubre de 1915. No obstante el tramo se abrió al paso el 28 de octubre de 1917 y la entrega oficial por el contratista no se hizo oficial hasta 18 de junio de 1924. Previo a la construcción y derribo de casas se denominó al primer tramo como Avenida B. Tras la muerte del conde Peñalver en 1916, el Ayuntamiento decidió renombrar el tramo en su honor.

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