martes, 30 de diciembre de 2014

CALLES DERRUIDAS O MODIFICADAS




La construcción de la Gran Vía hizo necesario la desaparición o la profunda remodelación de un buen número de calles en el extenso espacio que comenzaba en la calle de Alcalá y terminaba en la plaza de San Marcial, más tarde Plaza de España. Fueron suprimidas varias vías y una plaza: San Miguel, Flor, Carbón, Hita, Verónica, Callejón del Perro, Puebla de Peralta, Clavel, Guarduña, Parada, Sal si Puedes, Rosal,Plaza de los Mostenses (hoy más al norte), Alamo (hoy más al norte), Escuadra, Santa Margarita, Equiluz, San Cipriano y San Jacinto.

Fueron reformadas varias calles y dos plazas: Marqués de Valdeiglesias (antes Torres), Víctor Hugo (antes San Jorge), Caballero de Gracia, Clavel, Virgen de los peligros, Hortaleza, Montera, Fuencarral, Valverde (cuyo primer tramo se denominaba Leones), Tres Cruces, Jiménez de Quesada (antes Hilario Peñasco), Salud, Miguel Moya (antes Hita), Jacometrezo, Tudescos, Silva, Libreros (antes Ceres), Flor Alta, San Bernardo, Travesía de la Parada (antes Enhoramala vayas), Isabel la Católica, Reyes y las plazas de España (que comprendía las antiguas San Marcial y Leganitos) y la plaza del Callao.                      

El primer tramo corrió según el proyecto de los arquitectos municipales Sallaberry y Octavio, y se realizó sobre una estrella callecita por estos lugares del plano madrileño. La calle de San Miguel desapareció y su calzada viene a ser hoy el centro de la Gran Vía.

Junto a ella se reformaron o alteraron su recorrido para que desembocaran perpendicularmente a la Gran Vía las calles de Víctor Hugo (antes San Jorge), Marqués de Valdeiglesias, Hortaleza, Clavel, Caballero de Gracia, Reina, Montera, Fuencarral y Alcalá.

Al trazar el segundo tramo de la Gran Vía, desaparecieron las calles de San Jacinto, Travesía del Desengaño y la casi totalidad de Jacometrezo. Fueron reformadas y
alteradas, sobre todo en su parte de salida a la Gran Vía, las calles de Tres Cruces, Desengaño, Abada, Mesonero Romanos, Chinchilla, Salud, Travesía del Horno de la Mata, Hita, Plaza del Callao (que resultó muy ampliada y cambiada), Valverde, Horno de la Mata, Carmen, Hilario Peñasco y la de los Leones. Afectaron las obras de este tramo a un total de trece manzanas.

Si los anteriores tramos discurrieron sobre las directrices de calles ya existentes (San Miguel y Jacometro), en el tercero no hubo tal referencia. La Gran Vía continuó sobre las casuchas existentes, destrozándolas de manera indiscriminada.

Desaparecieron las calles de San Cipriano, Eguiluz, Santa Margarita, Rosal, Travesía del Conservatorio, Peralta, Perro y Travesía de Moriana. Reformadas y a veces muy profundamente, las calles de Ceres (de la que desapareció el nombre), Leganitos, San Bernardo, Reyes, Flor Baja, Plaza de los Mostenses, Flor Alta, Silva, Tudescos, Plaza de Leganitos y Plaza de San Marcial.

En la manzana 495, y específicamente en la calle Flor Baja, se encontraba la Casa Profesa de la Compañía de Jesús. La lucha administrativa de los jesuítas contra la demolición se alargó hasta la llegada de la República, en que el edificio fue quemado por turbas violentas ante la pasividad de policías y bomberos.

CALLE DE CERES O DE LA JUSTA


Vivía en aquella zona, que antaño era un despoblado, una señora llamada Justa y que no tenía buena fama. Decían sus vecinos que hablaba con el diablo y que de su casa habían visto salir al mismísimo Barrabás. Acusada de causar mal de ojo y otras maldiciones, la Justa acabó en el Tribunal de la Fe. Resulta ser que la tétrica señora tenía un pozo de aguas cristalinas donde acudían las doncellas con sus cántaros. Una de ellas era Marieta, un bellezón madrileño de la época que, dispuesta a sacar agua, fue atacada por dos basilíscos que salieron del pozo y que le dieron muerte.

Las mujeres que allí estaban corrieron hacia la Villa para dar la noticia que poco favoreció a Justa. La hechicera fue condenada a muerte y se cegó el pozo, perdiendose para siempre aquellas ricas aguas. De ahí que esta calle se llamase en un principio del Pozo de Justa y luego de Justa. Posteriormente la calle tomaría el nombre de la diosa Ceres.

CALLE DE EGUILUZ


Cuando Madrid aún no era Corte y andar por la calle San Bernardo era un auténtico peligro por estar a las afueras del Alcázar, vivió en la villa el Obispo Dionisio Mellado de Eguiluz, venerable sacerdote, de virtudes ejemplares y gran bondad.

Eguluz tenía una finca en las afueras, entre el Alcázar y la iglesia de San Martín, y allí
acudía siempre que podía repartiendo limosna a quien la solicitaba y abriendo las puertas del huerto que allí tenía para que los pobres saciaran su hambre.

El crecimiento de Madrid hacia las afueras hizo que aquellos terrenos fuesen replanteados y naciendo entonces una calle que truncaba su finca.

Tal fue la fama de aquel buen sacerdote que perduró varios siglos, a tal punto que aquella nueva calle llevó por nombre el de Eguiluz.

CALLE DEL ROSAL


Aquella era una calle estrecha, triste y solitaria, resultando un gran esfuerzo de imaginación tratar de adivinar por cuáles motivos se la bautizó con tan florido
nombre. Cuenta la leyenda que en aquella zona estaba plantado un rosal que había en la posesión de Barrionuevo, asegurando que ocupaba en su totalidad toda la estructura de la calle.

La calle era corta y estrecha, pero no tanto como para decir que su superficie equivalía a la del rosal, pero así son las leyendas. Allí estaba ubicado un caserón viejo y destartalado, triste y silencioso, levantado por la hermandad del "Pecado Mortal" para acoger en su seno a las damas deshonradas que allí se recluían para mitigar su pena y su dolor.

El aspecto de aquel edificio era un tanto tétrico, a través de su puerta siempre cerrada y sus ventanas eternamente obscuras se adivinaba un constante padecer.

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