lunes, 3 de noviembre de 2014

GRAN VIA 2 LA GRAN PEÑA



En 1911, y tras diversas gestiones infructuosas para adquirir el palacio del duque de Sotomayor o el del marqués de Casa Riera, la Gran Peña, sociedad fundada en el café Suizo el 14 de marzo de 1869 y alojada en un piso sobre el mismo, en el encuentro de las calles de Alcalá y Sevilla (donde el Banco de Bilbao construiría su central madrileña), inicia las gestiones con la sociedad promotora de la Gran Vía para adquirir el solar de esquina de la nueva avenida con la calle de las Torres (actual Marqués de Valdeiglesias) y construir allí su nueva sede; valorándose inicialmente la operación en 3.000.000 ptas que se abonarían en tres pagos: 500.000 ptas al terminar los cimientos, otro medio millón al finalizar la construcción y los dos restantes en varias anualidades.

Estas condiciones se reajustan poco más tarde, tasándose el solar de 681 m2 en 1.021.500 ptas, y en sólo 885.300 ptas la construcción de un edificio de cinco plantas más sótano, de las que las dos superiores serían para alquilar, previéndose iguales condiciones financieras; aunque a los comitentes el coste les parecía excesivo dada la pequeñez del solar y la escasa longitud de fachada a la Gran Vía, que obligaría a repartir las dependencias sociales en tres plantas distintas con las consiguientes molestias para los usuarios. Sin embargo, la venta definitiva no tuvo lugar hasta que la adjudicataria de los trabajos de la nueva vía renunció a las exigencias que pretendía imponer a los compradores, que no se limitaban sólo a hacerse cargo de los trabajos constructivos sino que incluían la imposición de un arquitecto francés para el diseño de los edificios.

Eliminado este escollo a finales de 1913, la Gran Peña formalizó la adquisición del solar -ampliado hasta los 1.090 m2- a principios del siguiente año, y el 30 de marzo de 1914 convocó un concurso entre arquitectos españoles al que se presentaron doce proyectos, pero que el fallo de 30 de julio siguiente declaró desierto por considerar el arquitecto asesor de la sociedad, Jesús Carrasco Muñoz Encina, que las propuestas que reunían las condiciones necesarias para ser escogidas superaban ampliamente el presupuesto previsto, aunque se adquirieron las presentadas bajo los lemas In Hoc Signo Vinces, Carolus III y Santa Bárbara; encargándose a los autores de la primera, que resultaron ser los arquitectos Eduardo Gambra Sanz y Antonio de Zumárraga Egozcúe, la redacción del proyecto definitivo tras incorporar las modificaciones dispuestas por el propio Carrasco, designado por el promotor como inspector técnico de las obras.

La planta prevista establecía sendas crujías alineadas con la Gran Vía, y las calles del Marqués de Valdeiglesias y de la Reina; articulándose las dos primeras mediante una gran rotonda de esquina desde cuyo centro se trazaba un segundo cuerpo en arco de círculo entre dos patios de luces: uno interior acristalado a la altura de la primera planta, y otro abierto adosado a la medianería. La sociedad recreativa promotora se reservaba para uso propio las plantas de sótano, baja, principal, y parte del subsótano, de la primera y del ático; y preveía alquilar los cuatro pisos superiores como viviendas particulares.

En consecuencia, el subsótano se destinaba a lavaderos de los pisos altos, e instalaciones, almacenes y bodegas de la sociedad; el sótano acogía las cocinas, el comedor de criados, la vivienda del portero, diversos servicios para los socios peluquería, baños y duchas, cuartos de vestir, plancha, limpiabotas, y hasta ocho alcobas , y los almacenes de dos tiendas independientes con fachada a la calle de la Reina; la planta baja, además de estos locales con sus trastiendas, incluía el ingreso a la Gran Peña con su obligada portería, cuartos de visita, salones de tertulia, comedores de socios e invitados con su office, y un hall distribuidor en el patio cubierto antes citado, dominado por una gran escalera de subida al principal, donde se encontraban el gran salón de recreos ovalado para adaptarse a la difícil geometría en arco de círculo de su contenedor , y los salones de juegos, sala de conversación, billares y biblioteca.

Los siguientes cuatro pisos -excluido un pequeño trozo del primero destinado a oficinas de la entidad se repartían en dos enormes viviendas por planta, con las habitaciones principales despacho, comedor, sala, gabinetes y alcobas dando a las fachadas exteriores, y las de servicio cocina con fregadero y despensa, plancha, baño, comedor, dormitorios y aseo de criados entre los dos patios; por último, el ático incluía una vivienda con terraza hacia la calle lateral, y el comedor de verano de los socios, que ocupaba el cuerpo de rotonda y su torreón adyacente, destinándose el medianero a acoger un bar, mientras que el cuerpo interior lo ocupaban las correspondientes cocinas. Hay que resaltar aquí la habilidad con que se entrelaza un programa tan complejo, que incluía un acceso independiente para los inquilinos desde la calle del Marqués de Valdeiglesias, con sus correspondientes escaleras principal y de servicio, que atravesaban las plantas destinadas a la entidad promotora sin llegar a comunicarse.

En cuanto a los alzados, presentan un estilo indefinido, donde los volúmenes dibujados por los miradores, torreones, retranqueos, y -sobre todo la galería acristalada del principal, dominan sobre los discretos elementos decorativos, que se reducen a las pilastras jónicas que delimitan los miradores, los leves recercados "de orejas" de las ventanas, los frontones curvos enlazados por una línea de imposta que coronan los huecos del tercer piso, unas guirnaldas entre los del cuarto, y el discreto escudo con las iniciales de Gran Peña entrelazadas que interrumpe la balaustrada de la terraza superior.

Las obras comenzaron en octubre de 1914, previéndose su terminación en un plazo de veintidós meses, con un coste de 1.100.000 ptas, pero solicitada la oportuna licencia el 5 de enero de 1915, fue denegada por el Arquitecto Inspector de la Reforma Urbana, José López Sallaberry, por considerar excesivo el vuelo de los miradores a la calle del marqués de Valdeiglesias y fuera de normativa el comedor de verano del ático, que según la ordenanza debía retrasarse por no poder "considerarse como pabellón, ni remate, ni torre"; aunque provisionalmente se concedió permiso para continuar los trabajos hasta alcanzar "los primeros vuelos de fachada". A estos requerimientos contestó el 10 de abril Gambra Sanz como arquitecto director de las obras, aduciendo que la ordenanza sobre vuelos de miradores estaba redactada para los de hierro y no para los de obra, y que en el caso de la Gran Peña se había adoptado un término medio entre el autorizado para la Gran Vía y el de la calle del Marqués de Valdeiglesias por hacer simétrica la fachada respecto a la esquina, que contaba con la máxima visualidad; igualmente objetó que el retranqueo a la segunda crujía previsto por la norma para el comedor del sotabanco era inaplicable en una construcción en rotonda como la propuesta, por lo que consideraba que debían primar las condiciones de higiene y soleamiento, que en este caso no se veían mermadas gracias al gran espacio abierto que antecede a dicha rotonda.

Reafirmado Sallaberry en sus apreciaciones el 28 de abril, el caso pasó a la Junta Consultiva, que el 22 de mayo avaló la opinión del arquitecto municipal y estimó necesaria la modificación del proyecto, pasando el expediente a la Comisión de Obras, que ese mismo día admitió las alegaciones de la Gran Peña porque el edificio podía "considerarse, por su índole especial, comprendido dentro de los de utilidad general (...) y en su consecuencia no serle de aplicación las disposiciones que con carácter general rigen para las fincas destinadas a alquiler de habitaciones, mucho más si se tiene (sic) en cuenta las condiciones de su emplazamiento, ornamentación, etc, y que los pabellones que se proyectan en el piso sotabanco se destinan a comedor y dependencias con destino exclusivo para los socios".

Resuelto el conflicto, todavía se reclamarían planos detallados de ascensores y calderas antes de conceder la licencia definitiva en septiembre de 1915. Una vez obtenida ésta, y para sufragar el coste de las obras "ya muy adelantadas", la Gran Peña promovió entre sus socios un empréstito de 1.000.000 ptas garantizado por el valor de la propia sede, aunque el coste final superó los 2.000.000 ptas, incluidas las 850.000 ptas en que se valoró el solar. Sólo un año más tarde se terminaron los pisos destinados a viviendas, "salvo detalles de importancia secundaria", según certifica el propio Gambra el 15 de octubre de 1916, por lo que cinco días después se solicitó la oportuna licencia para poder alquilarlos, que no fue otorgada hasta el 28 de abril siguiente, un mes antes de que el propio rey Alfonso XIII inaugurase definitivamente el edificio.

Aunque los pisos superiores se diseñaron como viviendas particulares, entre los primeros inquilinos se contaban el Real Automóvil Club y el Instituto de Ingenieros Civiles, y poco después se instaló en la segunda planta el hotel Nuevo Bilbaíno; precediendo en mucho al proyecto para reconvertir los pisos superiores en el hotel Ada Palace, que se aprobó en 2006 según diseño del arquitecto José Javier García Alba, y que abrió sus puertas a finales de 2009.


A pesar de su aparente buen estado de conservación, también este edificio ha sufrido algunas alteraciones en su aspecto exterior: así, muy pronto se cambiaron los esbeltos pináculos originales de coronación por otros de menor altura, sustituidos en la terraza del ático hacia la Gran Vía reservada a los socios por hermosas farolas de forja. Más tardíamente, se alteraron las potentes guirnaldas que ocupaban los entrepaños de la cuarta planta, trocadas por otras de menor tamaño y visibilidad; aunque a cambio, sobre los pedestales de la balaustrada que cierra la terraza del primer piso se instalaron flameros, en el lugar previsto en el proyecto original para unos pináculos que no llegaron a colocarse.


Por último, a modo de anécdota hay que citar que a finales de 1917 se instaló en esta casa una espléndida lápida conmemorativa de la apertura de la nueva vía, con el escudo municipal enmarcado por un arco con el nombre del primer tramo, "AVENIDA DEL CONDE DE PEÑALVER", sobre el texto "PRIMERA VIA DE LA REFORMA URBANA / A CUYA REALIZACION DEDICO TODAS SUS / INICIATIVAS D. NICOLAS PEÑALVER ZAMORA / SIENDO ALCALDE DE MADRID" y más abajo "HOMENAJE DEL PUEBLO / MCMXVI"; aunque más tarde, al cambiarse el nombre original de toda la calle por el de avenida de José Antonio (tras ser bautizada como Avenida de Rusia durante la Guerra Civil, con su correspondiente placa esmaltada) se sustituyó el título original por la frase "A LA MEMORIA DEL CONDE DE PEÑALVER" y más extrañamente se desplazó la fecha final para poner delante la palabra "MADRID", pasando el 25 de enero de 1982 a recibir por fin el nombre de Gran Vía con el que siempre había sido conocida popularmente.

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